lunes, 19 de septiembre de 2011

mensaje en una botella



Hoy me despertaron  las ramas agitadas por el viento, el saco de dormir apenas protege del frío cuando duermes al raso, aun no he conseguido acostumbrarme.

Un par de años atrás me vi obligado a abandonarlo todo, los países se declararon insolventes, los bancos quebraron y el dinero perdió todo su valor. La clase obrera al saber la infructuosidad de su esfuerzo pronto dejo de trabajar, algo en la gente cambio.Las ciudades dejaron de ser seguras, quien tenía hambre hacía lo posible por comer y quien tenía comida, hacía lo posible por protegerla. Yo creí que lo mejor en está situación era minimizar el contacto con las personas y evitar los grandes núcleos urbanos, así fue como me instalé aquí.

Un saco de dormir y una espada desafilada que siempre había adornado mi cuarto, es cuanto me queda.
Durante el día, tapo el saco con un cartón humedecido y una fina cama de hojas secas, e intento encontrar algo para comer. Los primeros días me alimente de un melocotonero cercano, pero su dueño no tardo en dejarme claro que no iba a compartirlos con nadie que no fuera su familia. Entonces decidí mover mi guarida río abajo, donde paso los días alimentándome de cangrejos, peces, y, cuando hay suerte, algún conejo.

El silencio y la soledad se han vuelto tan grandes... Cada pueblo, Cada urbe se ha vuelto una isla, un mundo totalmente independiente. Cuando la gente abandono su trabajo casi de inmediato desaparecieron todas las comodidades y formas de comunicación que habíamos conocido. El poder, entonces, volvió a las manos de quien tenia terrenos, campos o ganado. Aquellos que solo teníamos nuestro sudor nos vimos obligados a subsistir como pudimos.

Apenas hay luz solar, debería prepararme para pasar la noche...
prometo seguir escribiéndote.

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