martes, 20 de septiembre de 2011

mensaje en una botella (parte2)



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Los ganaderos y terratenientes pronto levantaron gruesas murallas vigiladas por un séquito fiel capaz de matar a quien hiciera falta por una ración de comida. Cada uno de ellos iba armado con lo que tenía, desde humildes tirachinas a rifles, pasando por palos, cuchillos, hachas, dagas, arcos y flechas.

Las fuerzas del orden desaparecieron, y con ellas sus valores. El miedo y el peligro se volvieron mis mejores compañeros, siendo imposible andar por ninguna carretera sin ser blanco de atracos robos o emboscadas. Mis ojos se  acostumbraron a la oscuridad por miedo de que la luz los atrajera,  aprendí sus costumbres y horarios para no coincidir con ellos.

Los días en los que no logro encontrarme entre tanta soledad, subo a las ramas más altas de los arboles crecidos sin control por el abandono de la mano del hombre. Entonces intento reconocer el paisaje que me vio crecer, pero me entristezco al ver que, el camino que usábamos para ir a la playa es ahora un torrente de exiliados vagando de fortaleza en fortaleza, las laderas de las montañas repletas de lujosas casas son ahora un montón de escombros sin más movimiento que la de algún ratón hambriento buscando comida entre la basura, los supermercados, tras los saqueos iniciales, no corrieron mejor suerte. Aun a día de hoy no me he atrevido a mirar en dirección a la casa donde crecí.
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